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Los delincuentes ganan terreno y el Gobierno no reacciona

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El Estado tiene desde siempre la misión primordial de preservar el orden público mediante el monopolio de la fuerza legítima. Las otras funciones que hoy asume, como las de promover el desarrollo, la educación y la sanidad, son accesorias a la de impedir que rija la ley del más fuerte. De hecho, no se puede exigir que proteja en todo tiempo la vida y la integridad física de cada uno de los habitantes del país, como manda el art. 4º de la Constitución. Es inevitable que haya delitos, pero sus autores deben ser sancionados y sus alcances restringidos gracias a las medidas preventivas y represivas que los organismos de seguridad tomen dentro del marco de la ley. El Estado fracasa rotundamente cuando la criminalidad se desborda hasta el punto de que localidades enteras sean ocupadas por bandas provistas de armas de guerra, ante la impotencia o complicidad de las fuerzas policiales. Lamentablemente, ese es el triste panorama que está sufriendo hoy el Paraguay. Y, para peor, con explicaciones y justificaciones preocupantes de nuestras autoridades.9 DE JULIO DE 2019 – 22:00

El Estado tiene desde siempre la misión primordial de preservar el orden público mediante el monopolio de la fuerza legítima. Las otras funciones que hoy asume, como las de promover el desarrollo, la educación y la sanidad, son accesorias a la de impedir que rija la ley del más fuerte. De hecho, no se puede exigir que proteja en todo tiempo la vida y la integridad física de cada uno de los habitantes del país, como manda el art. 4º de la Constitución. Es inevitable que haya delitos, pero sus autores deben ser sancionados y sus alcances restringidos gracias a las medidas preventivas y represivas que los organismos de seguridad tomen dentro del marco de la ley. El Estado fracasa rotundamente cuando la criminalidad se desborda hasta el punto de que localidades enteras sean ocupadas por bandas provistas de armas de guerra, ante la impotencia o complicidad de las fuerzas policiales. Lamentablemente, ese es el triste panorama que está sufriendo hoy el Paraguay. Y, para peor, con explicaciones y justificaciones preocupantes de nuestras autoridades.

Lo ocurrido en la madrugada del último domingo en Liberación, departamento de San Pedro, no es nada insólito, pues ya se recuerdan al menos tres operaciones delictivas de similar o mayor envergadura, que afectaron a San Cristóbal en 2014, a General Aquino en 2016 y a Ciudad del Este en 2017. En todos los casos, como en el más reciente, decenas de malhechores movilizados en vehículos neutralizaron a la fuerza del orden y se hicieron con sumas multimillonarias, para huir luego sin mayores dificultades. La novedad trágica de esta vez fue que los asaltantes –unos cincuenta, en total– asesinaron a un joven que hoy estaría con vida si el Ministerio del Interior y la Policía Nacional cumplieran con su deber de cuidar la seguridad interna. Pero, como en ocasiones anteriores, no se enteraron de los preparativos, que habrán sido bastante amplios dada la magnitud de la operación.

Y conste que la Policía Nacional cuenta con una Dirección General de Inteligencia que, por lo visto, no está muy bien preparada para conocer lo que se trama en el submundo. O quizá lo esté y sus agentes se hagan los desentendidos por alguna razón inconfesable. No resulta gratuito suponer que, dada la tremenda corrupción reinante entre los uniformados, en algunas instancias exista una estrecha cooperación no solo con los motoasaltantes, sino también con los gansters de tomo y lomo. Si suele ocurrir que en los atracos a locales comerciales o bancarios haya un empleado o guardia de seguridad que haga de “entregador”, bien podría presumirse que también haya policías que cumplan esa función cuando se ocupa una ciudad a mano armada. Suponiendo que no esté contaminado, el Departamento de Asuntos Internos de la Policía Nacional tiene mucho que hacer para desbaratar cualquier colaboración en marcha. Pero poco se sabe de su actividad en tal sentido.

Desde 2016, también existe una Secretaría Nacional de Inteligencia (SNI), cuyo jefe preside el Consejo Nacional de Inteligencia (CNI), que forma parte del Sistema Nacional de Inteligencia (SINAI), junto con el Ministerio del Interior, entre otros órganos. Muy impresionante, pomposo, pero a la hora de la verdad muy poco efectivo. Parece que solo funciona en los papeles. La SNI, hoy dirigida por el ministro Esteban Aquino, tiene también la función de detectar, neutralizar y contrarrestar las acciones de organizaciones criminales transnacionales. La incumplió cuando el Primer Comando da Capital (PCC) se hizo con Ciudad del Este hace dos años y la incumple cuando estallan motines carcelarios. Pero la responsabilidad principal la tiene el ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, que trata de eludirla con la manida excusa de que en todas partes se roba y de que el crimen organizado es un problema para todo el mundo. ¡Qué descubrimiento! Pensábamos que había asumido el cargo para tratar de contrarrestar esos males en vez de justificar su existencia. Además, no estamos hablando solo de robos y asaltos, sino de ¡copamiento de ciudades! Lo que hizo Villamayor con su falaz comentario fue ofender a sus compatriotas, que le pagan para que preserve la seguridad interna y no para esquivar el bulto. Los tomó por idiotas. Fue más sincero ayer cuando dijo, tras un nuevo asesinato cometido por el EPP, que el resultado de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) no es el deseado por el Gobierno. Es de recordar que este grupo de acción está integrado también por agentes de la Policía Nacional, dependientes de su cartera. A ello debe agregarse que, también ayer, Ángel Espínola, un guardiacárcel de la penitenciaría donde ocurrió la reciente masacre, y quien había denunciado la inferioridad de condiciones en que estaban él y sus colegas en relación con los delincuentes, fue asesinado a balazos en pleno centro de San Pedro. Es decir, el descontrol es total, y algunas fuentes no descartan otros grandes hechos sangrientos.

En tal sentido, el presidente Mario Abdo Benítez adelantó que habrá “muchos episodios de reacción” del crimen organizado en los que el Gobierno obtendrá victorias, pero también habría “situaciones complicadas”. Tampoco fue muy optimista, pero al menos fue franco al no anunciar un pronto triunfo en este frente, debido a las deficiencias de las fuerzas de seguridad.

El problema de fondo aquí es la corrupción rampante de la fuerza pública. Mientras ella continúe, no servirá de mucho destinar más recursos a la Policía Nacional. Hay que empezar por limpiar la casa para que la población confíe en sus autoridades.
abc

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