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“Huye, huye ahora si aprecias tu vida y la de tu familia…”

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Kornelius Neufeld, uno de los veteranos líderes menonitas del Chaco, relata parte de las fantásticas peripecias de sus antepasados que huyeron de la Unión Soviética hace 90 años antes de instalarse en Fernheim (Filadelfia) en 1930. En esta entrevista, Neufeld hace hincapié en la valentía que tuvo el Paraguay para recibirlos. “Dios recompensará con sus bendiciones a esta noble nación”, afirma.

POR ENTREVISTA DE HUGO RUIZ OLAZAR15 DE DICIEMBRE DE 2019 – 01:00 Previous

El líder menonita Kornelius Neufeld relata la salida de su abuelo de la Unión Soviética hace 90 años.
El líder menonita Kornelius Neufeld relata la salida de su abuelo de la Unión Soviética hace 90 años.
Neufeld muestra el cartel indicador de La Aguada, el primer sitio donde acaparon sus antepasados en 1930, hoy Filadelfia.
Neufeld muestra el cartel indicador de La Aguada, el primer sitio donde acamparon sus antepasados en 1930, hoy Filadelfia.

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–Se conocía poco la historia menonita, especialmente ese escape de la Unión Soviética que celebraron hace poco ¿Hace 90 años?

–Sí, son 90 años. Eso fue el 25 de noviembre de 1929. Celebramos como una gran fiesta. Ese día, nuestros ascendientes pudieron abandonar la Unión Soviética, salvar sus vidas y nuestras convicciones religiosas con la Biblia en la mano como motor para superar las adversidades. En nuestro acto, hicimos una recreación de la vida de nuestros abuelos en sus escondites de Moscú, viviendas hechas de palos de madera, de troncos… A mí me tocó organizar la dramatización.

–¿Cuántos eran?

–Los que pudieron salir fueron 3.885 en total. Eran muchas familias diseminadas en los suburbios a la espera del salvoconducto. La otra alternativa era el tren transiberiano que deportaba a los campos de concentración. Era como un camino a la muerte. De 1923 a 1928 pudieron salir unos 23.000 pero se cerró la frontera y cada uno sobrevivió a su suerte. Fue cuando 18.000 personas hicieron causa común y clamaron por su salida. Alemania les dio un salvoconducto pero solo como país de paso para emigrar a América. Así lograron escapar de esa gran penitenciaría a la que llamaban Unión Soviética. Desgraciadamente, más de 12.000 no pudieron. Mi abuelo fue uno de los que pudo llegar al Paraguay.

–¿Cómo se llamaba?

–Kornelius Neufeld, como yo. “Huye, huye ahora si aprecias tu vida y la de tu familia. He visto tu nombre en la lista (negra)”, le dijo un amigo cuando esperaba el salvoconducto. Era granjero cuando los bolcheviques se apoderaron del Gobierno y derrocaron al Zar Nicolás II.

–Prohibieron la religión. “Opio de los pueblos”, decían…

–Mi abuelo tenía el agravante de ser un productor muy activo. Tenía en su finca sus animales: caballos, vacas y tenía empleados. En el sistema soviético toda persona que tenía empleado a su cargo era considerado un “explotador”, contrario a la colectivización comunista.

–¿Cómo consiguió sobrevivir?

–Mi abuelo y mi tío mayor fueron descubiertos en su escondite y tomados presos. Los encarcelaron y cada noche los azotaron y torturaron. Lo dejaron temporalmente libre. Firmó un papel que lo obligaba a presentarse pero decidió esconderse porque presentía que ya no volvería a salvarse. Fue cuando se produjo la salida. Salieron 5.761 personas, de las cuales 3.885 eran menonitas. Los otros 12.000 que quedaron fueron deportados.

–¿Tienen datos de cuántos murieron en esa persecución?

–No se tienen datos. Muchos eran niños que no soportaron el viaje en el tren de carga que los transportaba a Siberia (más de 3.000 km). En las estaciones se extraía a los muertos y se los amontonaba así como nosotros amontonamos los postes.

–¿Cómo vinieron a parar al Paraguay?

–Ellos llegaron hasta el puerto de Riga (actual Letonia) por el Mar Báltico. Viajaron en cuatro barcos para desembarcar en Paraguay en agosto de 1930. Los otros tres grupos desembarcaron a partir de abril. Aquí ya estaba la colonia Menno desde 1927. Ellos nos ayudaron. Ya estando en Alemania, se organizaron los viajes y el reparto de fincas del Chaco. Formamos nuestra colonia Fernheim cuyo centro urbano es Filadelfia.

–¿En cuánto tiempo llegaron?

–El viaje trans Atlántico duró unos 20 días; Buenos Aires-Asunción-Puerto Casado también tuvo sus días de duración. De Puerto Casado hasta Punta Riel en tren, unos 245 km duró 12 horas, decía mi abuelo. De Punta Riel hasta los últimos 100 km duró otros cinco días. Una noche de agosto, a las 11 de la noche, se los descargó en un campo de espartillo sin nada, sin vivienda ni choza ni nada. Mi abuelo llegó a ser el líder de la Aldea número 10. Un grupo se quedó en Brasil y otro más pequeño se estableció en Canadá. A Canadá ya se había ido la mayoría. Después Canadá rechazó recibir más menonitas porque justo eran los tiempos de la gran depresión económica. Los que estaban en Brasil, unos dos mil, tropezaron con la negativa del Gobierno de concederles un régimen especial y vinieron al Paraguay.

–¿De qué tiempo son los menonitas?

–De la Reforma de Lutero (1517-1648 en el siglo XVI), pero no como luteranos protestantes ni reformados como en Suiza sino anabaptistas (consideran inválido el bautismo infantil). Somos un grupo que decide seguir a Cristo bautizado por fe y que procura tener la Biblia como máxima autoridad. Nuestros antepasados que eran originarios de Holanda y Alemania del norte. Huyeron primero a Polonia, parte de Prusia, a lo que era la región de Pantanos. No dio para seguir viviendo en Prusia por el tema del servicio militar. Los reyes de Alemania, Federico el Grande y los que le siguieron querían que los menonitas hicieran el servicio militar pero como somos un movimiento religioso pacifista nos declaramos en contra de la guerra, origen de la persecución secular de nuestro pueblo. El río Vístula, el más largo de Europa Oriental y que desemboca en el Báltico, que corre por Polonia fue drenado por los menonitas. Eran desiertos pantanosos. Ahí se establecieron por varios siglos, entre 1536 hasta 1788 y 1804. Por la exigencia del servicio militar fueron migrando hasta llegar a Rusia. Se fundaron varias colonias, la primera Chortizer, la colonia menno; la otra, Molochna (sur de Ucrania) ahí fue más bien nuestra gente de Fernheim, cerca del río Dnieper. Eran colonias muy florecientes, progresistas. Después de 120 años se introdujo el gobierno de la Unión Soviética en 1917, casi enseguida después del fin de la I Guerra Mundial (1914-17). Se prohibió profesar la fe cristiana. Expropiaron todo y nuestros antepasados huyeron o trataron de abandonar Rusia. Los que se quedaron sufrieron todo el terror de la I Guerra, la hambruna, el comunismo. La gente solo quería escapar, un plan que se pudo cumplir a partir del año 1923 y solo hasta 1928. Mi primo (Heinrich) Ratzlaff cuenta algunas de estas historias en “Kaputi Menonita” (de Peter Klassen).

–¿Qué quiere decir?

–Es un libro del gran escritor Pedro Klassen que relata las hazañas de la Guerra del Chaco desde el punto de vista de nuestra gente. Su hijo es ingeniero hoy. Los colonos de la época, unas 1.800 personas, se organizaron para vivir en un Chaco inhóspito, vacío. Los indígenas que estaban en el lugar en esos tiempos de colonización no eran más de 300. Ahora es al revés. En Fernheim hoy son como 17.000 y nosotros unos 4.500 paraguayo-germanos.

–En un principio, ¿cuántos vinieron?

–Las primeras fueron unas 400 personas, entre ellas mi abuelo. Fundaron tres aldeas (colonias) hasta que se establecieron 12 y finalmente 18 en 1932 cuando llegaron más refugiados, entre ellos mi madre, Marguerite Friedzen. Este contingente huyó vía China, por el extremo este.

–¿Por China?

–Ellos escaparon desde Siberia en 1926. Creyeron que el comunismo no iba a llegar al extremo este (Vladivostok), en los confines de Rusia. En 1930 ya no hubo forma de practicar ninguna religión. Nadie estaba tranquilo en sus granjas, en sus aldeas, en sus Iglesias. Los soviéticos monopolizaron todo. En la aldea de mi mamá ellos se prepararon en forma secreta y entre 56 pasaron por el río congelado Amur, la frontera entre la Unión Soviética y China. Ese grupo tenía que quedarse en China pero prosiguió su viaje hasta venir al Paraguay en mayo de 1932. El grupo se juntó con el grupo de mi abuelo y desde entonces estamos todos juntos.

–¿Y los que quedaron?

–Se quedaron tres tíos. Los tres fueron fusilados en el año (19)37. Cada tanto tiempo ellos aplicaban una “ola de limpieza”. Mataban a todos los que consideraban sus enemigos. Eran los tiempos de Stalin…

–Sus antepasados tenían tierras allá. ¿Nunca reclamaron?

–(se ríe) Esas tierras quedaron en poder del Estado. No había forma de reclamar. Yo fui de visita y volví a ver la finca de mi abuelo. Estaba totalmente expropiado.

–Salieron de un infierno y vinieron a otro, la Guerra del Chaco.

–Asimismo. Ese fue el caso de mi mamá. Llegó en el 32, el 12 de mayo. El 15 de junio ya estalló la Guerra del Chaco en Pitiantuta.

–Increíble.

–No solo eso. Escuche lo que le voy a contar lo que pasó con mi mamá. Ella salió con grupo de China. El barco pasó por la India, el Canal de Suez, el Mar Mediterráneo. Llegó a Francia hasta el puerto de Le Havre. Se apersonó ante ellos el cónsul boliviano enterado de que venían al Paraguay. El dijo: “¡Aah, ustedes se van a Bolivia!”. Los menonitas le aclararon: “No. Nosotros vamos al Paraguay donde ya está establecida una colonia menonita: Fernheim”. El cónsul dijo: “No, no, no: eso es Bolivia. Necesitan el sello boliviano para entrar”. Y bueno, qué refugiado con tantos miles de kilómetros encima, huyendo y en completa situación de vulnerabilidad se puede oponer. Entonces, el pasaporte de mi mamá tiene el sello para entrar al Paraguay y el sello para Bolivia.

–¿Ese pasaporte existe?

–El historiador Gerardo Ratzlaff escribió. “Dos visas para el Paraguay” se llama su libro. Se vende en el Instituto Bíblico (Isabel La Católica 2135 en el barrio Sajonia). También hay en el archivo de la Universidad Evangélica (Av. Gral Santos 541). Yo también redacté unos libros.

–¿Qué de historias tienen?

–Muchos menonitas más tienen sus propias historias. Pero le digo una cosa. Nada de esto lo hubiéramos contado hoy en paz. Por eso estamos eternamente muy agradecidos al Paraguay por haber cobijado a nuestros padres y nuestros abuelos, a los niños. Como decía Kornelius Franz Klassen cuando habló ante la conferencia mundial menonita en 1948. Ningún país del mundo tuvo la valentía que tuvo el Paraguay que aceptó a nuestros ancianos, nuestros enfermos y lisiados. Ninguna familia se separó nunca más. Por eso, Dios va a recompensar con sus bendiciones a esta noble nación.

[email protected] – ABC

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